He escrito cantidad de palabras de amor, pero hoy quiero escribir las de odio.
Te odio.
Odio tu lúcida piel que emana tranquilidad. Odio la estructura perfecta de tus huesos, su tamaño y la forma en la que se muestran; únicos y completos -casi todos-. Odio tus dedos y las manos que los llevan, su tacto suave y firme, las letras irregulares que trazan, las melodías que interpretan, las caricias que provocan. Odio tus brazos y su fuerza, la misma contra la que he luchado. Odio tus hombros y tus clavículas, el espacio donde mi cabeza se apoyaba al dormir. Odio tu cuello de piel cálida, que pareciera tener imán para mis labios. Odio tu cara y todo lo que me recuerda. Odio tus orejas irregulares que aprendí recorriendo a ciegas. Odio tu cabello, las formas que tiene, el brillo, el largo, lo fantástico que se ve si lo recoges o si lo peinas de lado. También odio tu pecho, que me presumía lo delgado que eres, tus costillas que podía contar. Odio tu abdomen marcado y la forma en la que se movía. Odio tus tontos oblícuos y tu cadera. Odio tus piernas y el largo de las mismas. Odio tus pies que me molestaron más de una noche con lo fríos que se ponen en la cama.
Odio tu sonrisa lejana, tus palabras gratas, tus pensamientos nobles, tus palabras sinceras, tus mentiras a medias, tu timidez fingida, tu labia, tu intelecto, tu sentido del humor, tus manías, tu locura, tu depresión, tu insomnio, tus ganas de dormir a veces y de estar despierto otras. Odio la manera en la que tus letras se apresuran en el papel y tus trazos tan despiertos... odio tu capacidad de hacerme sentir hermosa y de causarme celos por tonterías. Odio cuando haces canciones con mi nombre y los apodos tiernos que me dijiste. Odio tu maldita manera de ver el amor que me hace ampliar la mía y lo complica todo. Odio ver las estrellas si no es contigo y odio crear una luna brillante que mires y te cuide cuando no estoy. Odio que el alcohol que entra a tu cuerpo y te calienta no te traiga a mi, que tus noches y las mías terminen de la misma manera pero en camas alejadas, cual película que muestra la misma escena en dos cuadros con protagonistas estúpidamente haciendo lo mismo en lugares apartados.
Odio la música porque toda es tuya. Odio el silencio porque en él te escucho. Odio dormir porque te sueño y odio estar despierta porque te pienso. Odio las letras porque todas te escriben, te llaman, te ansían y nos mantienen distantes. Odio el tiempo y el espacio que me miran y se burlan de mi. Odio al destino que te trajo y te llevó. Odio saberlo todo y no tener nada. Odio la certeza de que vuelves y la pena de que no sea así.
La verdad, es que te odio. Te odio cada instante en el que no te respiro. Odio las palabras de amor que tienes para mi y dejas desvanecer porque eres muy orgulloso para aceptarlo. Odio tu necedad y tu torpeza, tus ganas de sufrir la vida en lugar de amarnos, Te odio tanto, tanto, que pongo tu cara en la de todos los que vienen a amarme para odiarlos a ellos y a ti seguir queriéndote.
Te odio cuando camino y el mundo se vuelve un sueño, mi realidad se altera y vas de mi mano. Te odio tanto porque esta no soy yo. Porque estoy en otro lado, en otra vida, en otro universo amándote y aquí sólo duele la ausencia. Te odio mucho, mucho, porque no sé de qué manera no amarte.
Y odio tanto no tener las palabras precisas para decírtelo. Odio mi incapacidad de mostrarte en letras lo que siento y sorprenderte.
Te odio mucho, mucho.
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